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El conocimiento es poder, por lo tanto, su generación y uso para solucionar problemas en las vidas de las personas es otro de los terrenos, en el que se replican expresiones patriarcales, colonizadoras y supremacistas, que pueden llegar a ser tan misóginas y discriminatorias contra las mujeres y niñas, como las propias violencias de género que las afectan directamente. Las investigadoras feministas, debemos desmontar muchas de las estructuras invisibles de una ciencia tradicionalmente patriarcal basada en un modelo de “poder sobre” a un modelo de “poder con”. De este modo, el poder del conocimiento puede ser transformador para todas las personas, en especial, para las mujeres y las niñas.
Desde el punto de vista de la International Planned Parenthood Federation Western Hemisphere, hacer investigación feminista en temas de salud sexual y reproductiva (SSR) y específicamente en temas de violencia contra mujeres y violencia contra niños, supone indudablemente un proceso inclusivo y diverso, anti-racista y anti-capacitista [1]. En este sentido, nos basamos en los principios de no dejar a nadie atrás, agilidad, democracia, transparencia y mutua rendición de cuentas. El feminismo en acción dentro del quehacer científico debe atravesar todo el proceso de generación de conocimiento, con especial atención a lo que hemos llamado los cinco núcleos de poder en el proceso de investigación.
- “Qué” se investiga. Equivale al componente ontológico y supone que lo que se estudia debe desmantelar desbalances de poder, desigualdad, injusticia y discriminación hacia las mujeres, niñas y personas con identidad género diversas. De este modo, todos los saberes, como todas las personas, tienen valor. El valor no es un atributo de los hechos, sino la interpretación que, de ello, hacen las personas. Cuando hacemos investigación feminista, ponemos a las mujeres y niñas en el centro del estudio, y lo co-conducimos con ellas, sobre sus necesidades y con sus voces. Esto, además de investigación, es en sí mismo un acto de desafío político ante sistemas autoritarios y anti-género que intentan “objetivar” a las mujeres solo como fuente de datos y no como el centro de los estudios.
- “Quiénes” se relacionan en la investigación. La relación entre quien investiga y quien es parte de lo que se investiga, es una relación co-creadora, con una intersubjetividad transformadora para todas las partes. Hacer investigación feminista es ser parte de un proceso de cambio, que nos posiciona y, por tanto, el conocimiento que generamos lo hacemos desde puntos de vista, con y desde los privilegios de nuestros roles en estos procesos. El feminismo requiere que reconozcamos nuestra subjetividad y eso exige reconocer los roles que tenemos como informantes, financiadoras, académicas, técnicas, operadoras en terreno, entre otros, lo que se convierte en un ejercicio de transparencia indispensable.
- “Cómo” se investiga. Se refiere a los métodos e implicaciones de las decisiones metodológicas, que deben estar basadas en la naturaleza de qué se quiere conocer y no en cómo lo queremos hacer. La diversidad y la triangulación de métodos y técnicas, así como su análisis crítico de cuánto contribuyen y aportan a las soluciones para las vidas de mujeres y niñas, es esencial. Los métodos deben asegurar incluir los puntos de vista de las personas más vulnerables, no solo para integrar sus voces en el estudio, sino también, porque participar en un estudio constituye un acto de pensarse a sí misma, tener el poder de compartir un saber personal y transformarse en el proceso. Un diseño de investigación feminista reconoce, sobre todo, la agencia de todas las personas, en especial de las más oprimidas.
- Uso democrático de los hallazgos. La diseminación y uso de la información y hallazgos, es un asunto clave y debemos asegurar suficiente tiempo y recursos para ello. Todo producto de investigación es el resultado de una construcción colectiva y debe maximizarse su comunicación a personas clave. Para ello, recomendamos involucrar a actores y activistas locales, quienes, de formas creativas y audaces, aseguren la accesibilidad y diseminación de los hallazgos a las comunidades y espacios colectivos, más allá de las instituciones y vías tradicionales.
- “Recursos” para investigar. Las organizaciones feministas que hacemos ciencia desde el Sur Global, luchamos en el proceso de descolonizar la generación de evidencia. Los reducidos fondos que se dedican a la investigación hacen que muchas convocatorias globales, sean altamente competitivas, pero en condiciones desiguales, dado que privilegian criterios como la afiliación a un selecto grupo de universidades o el uso exclusivo del idioma inglés, entre otros factores, que favorecen no solo a las organizaciones académicas en general, sino a los investigadores del Norte Global en particular. Desde IPPFRHO, consideramos que la equidad en la distribución de recursos y las prioridades de investigación, debe responder a los efectos de las desigualdades en las vidas de las personas que recibirán los beneficios de la investigación, por lo tanto nos parece que la utilización de indicadores globales de ingreso y desarrollo económico como criterio de selección para financiar estudios, ignoran las desigualdades dentro de los países, las formas interseccionales de marginación y opresión, y el estado de la salud y los derechos sexuales y reproductivos. De este modo, abogamos por el financiamiento de investigación feminista interseccional, que priorice el compromiso de amplificar las voces de las mujeres y las niñas y por una justicia económica en la toma de decisiones y en la inversión de recursos en investigación.
La pandemia por Covid-19 y su impacto a nivel global, ha cambiado la forma de hacer investigación, tanto por la urgencia que se requiere para tomar decisiones basadas en evidencia, como por los desafíos que ha implicado para las maneras de levantamiento de información y análisis. El panorama actual para quienes investigamos exige, por una parte, asegurar la captación de las personas más excluidas en contextos donde se han incrementado las brechas y desigualdades prexistentes, y por la otra, superar las restricciones de movilidad y control sobre los procesos. En este sentido, las organizaciones de base han adquirido un protagonismo determinante y necesario y han posicionado las capacidades locales de investigación como factor determinante en la agilidad para trabajar en terreno y para generar cambios directos. De este modo y seguramente para siempre a partir de esta pandemia, las alianzas locales, el liderazgo de organizaciones de base y la democratización en el acceso a la información, son elementos indispensables de integrar en los diseños de investigación siendo éste uno de los mínimos necesarios para revertir formas tradicionales de poder en los estudios que desarrollan organizaciones feministas con y para las mujeres y niñas.
[1] El anti-capacitismo es un principio fundamental de la postura feminista de IPPFWHR. “El capacitismo funciona como un mecanismo de supremacía blanca, capitalismo y colonización al devaluar los cuerpos y mentes discapacitados como antinaturales, inválidos e indignos a través de las líneas de raza, género, pobreza y ciudadanía. Otorga credibilidad y verdadera humanidad exclusivamente a las personas sanas y, como tal, juega un papel central en la determinación de qué individuos o comunidades se consideran comedores inútiles, peligrosos, no aptos o desechables “. Showing up for Racial Justice (SURJ)
Escrito por Susana Medina Salas, Senior Research and Evaluation Officer, International Planned Parenthood Federation Western Hemisphere Region (IPPFRHO)