La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema social, de salud pública y derechos humanos a la vez que multidimensional y multifactorial (Bott et al., 2012; Garcia-Moreno et al., 2006; Heise, 1996). Ya lo decía Heise con su moddelo ecológico formulado en 1998, son muchas las variables que influyen sobre la violencia, desde los niveles más macro y estructurales (normas sociales, desigualdades, etc.) a lo más micro (circunstancias psico-sociales, características sociodemográficas, et.). En muchas ocasiones no logramos establecer un diálogo cercano y bidireccional entre los movimientos feministas/activismo y la academia/investigación. Es por ello que debemos repensar nuestros métodos y en ese proceso, el camino parece apuntar a un abordaje multidisciplinar y holístico. Todas, todos, todes debemos ponernos manos a la obra cooperando y trabajando conjuntamente para un fin común desde nuestras disciplinas y habiliades.
Por poner solo algunos ejemplos de los aportes de diferentes disciplinas, desde la psicología social hemos podido delimitar y definir los constructos del poder distinguiendo entre un “poder hacia” nuestras metas y un “poder sobre” como influencia sobre otras personas (Grose y Grabe, 2014). Gracias a la teoría de las bases de poder de género de Pratto & Walker (2004)sabemos que la base de los recursos (económico, educativo, etc.) da poder, la de las obligaciones sociales (cuidado de los hijos, del hogar, etc.) restan poder a las mujeres limitándolas sobre conseguir recursos, que la base de la ideología, sirve para justificar y mantener la desigualdad y la de la violencia para restablecer la desigualdad de poder. La relación de estas bases es dinámica, esto es, ganar poder en una no significa ganar poder en las otras, sino que hay que impactar sobre las cuatro bases. También sabemos gracias al economista Amartya Sen (1985) que la agencia de las personas basada en la libertad y la capacidad de tomar decisiones, produce bienestar y salud.
Las encuestas poblaciones nos permiten conocer la dimensión del fenómeno de la violencia de género y explorar como se comporta en cada sociedad. Por ejemplo, a raíz de nuestro estudio poblacional desarrollado en El Salvador (Centroamérica), sabemos que la violencia más frecuente que sufren las mujeres por parte de una pareja a lo largo de la vida es la violencia de control (42%): casi la mitad de las mujeres salvadoreñas tiene limitados sus contactos con amigas y familiares, sufren control económico y boicot para buscar trabajo o estudiar. A la vez encontramos que el nivel educativo empodera a las mujeres y las previene de sufrir violencia cuando media “la agencia” en esta relación (Navarro-Mantas et al., 2022). Es decir, cuando las mujeres tienen libertad de movimiento y de toma de decisiones sobre su propia vida, así como apoyo social. Esto es, justamente lo que inhibe la violencia de control.
Por otra parte, determinadas características sociodemográficas de las mujeres, relacionadas con su condición de desigualdad de género, como por ejemplo tener más hijos/as o nivel educativo más bajo, las predispone a sufrir violencia (Navarro-Mantas et al., 2021a) y afectan gravemente su salud mental (Navarro-Mantas et al., 2021b). Encontramos que más recursos económicos en las mujeres salvadoreñas, lejos de protegerlas de la violencia de pareja como a menudo se ha pensado, les supone un mayor riesgo a sufrirla (Navarro-Mantas et al., 20222). Por lo que podemos deducir, en la línea de lo que las psicólogas sociales Pratto & Walker (2004) afirman, que no es suficiente con empoderar económicamente a las mujeres.
¿Entonces qué podemos hacer con esta información? ¿cómo podemos convertir los datos en medidas y políticas púbicas que protejan a las mujeres? Pues es aqui donde entra en valor la cooperación y la multisdisciplinalidad. Gracias a este enfoque, podemos ir más allá del dato.. Ahora sabemos, por ejemplo, que no es suficiente con fomentar que las niñas se mantengan más tiempo en la escuela, sino que hay que educarlas para que sean más libres en sus decisiones personales y autónomas. Y tampoco nos basta con que ganen dinero y tengan mejores trabajos, sino que es necesario que dejen de acariciar el modelo de “amor romántico” que justifica el control, las aparta de sus apoyos sociales y las fuerzan a los cuidados “en nombre de ese amor”. También sabemos que no podemos promover todas estas medidas de empoderamiento de las mujeres sin trabajar con los hombres y trasformar la ideología machista y patriarcal desde la raiz.
De los datos a la acción
Así si tenemos claves más afinadas. Este trabajo supone aterrizar nuestros resultados de investigación en elementos fundamentales para trabajar desde el feminismo, los movimientos sociales y las políticas públicas. Y este lazo entre ambos mundos parece un camino plausible y a la vez urgente. Eventos como el SVRI Foro se descubren como escenarios claves para estos intercambios y alianzas. Sirva este post como una invitación a una mayor diversidad en disciplinas, países, idiomas y lenguajes metodológicos para ediciones futuras de SVRI.
Para cualquier consulta o invitación a la alianza, mi correo es: laura_navarromantas@hotmail.com; laurana@ugr.es.
Escrito por Laura Navarro Mantas, Professor and researcher at the University of Granada (España), Coordinator of a national survey of violence against women in El Salvador
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Referencias
Bott, S., Guedes, A., Ruiz-Celis, A. P., & Mendoza, J. A. (2019). Intimate partner violence in the Americas: A systematic review and reanalysis of national prevalence estimates. Revista Panamericana de Salud Pública, 43, e26. https://doi.org/10.26633/RPSP.2019.26
Garcia-Moreno, C., Jansen, H., Ellsberg, M., Heise, L., & Watts, C. H. (2006). Prevalence of intimate partner violence: Findings from the WHO multi-country study on women’s health and domestic violence. Lancet, 368(9543), 1260–1269. DOI: 10.1016/S0140-6736(06)69523-8
Grose, R. G., & Grabe, S. (2014). The explanatory role of relationship power and control in domestic violence against women in Nicaragua: a feminist psychology analysis. Violence Against Women 20, 972–993. DOI: 10.1177/1077801214546231
Heise, L. (1998). Violence against women: An integrated, ecological framework. Violence against Women, 4, pp. 262-290. DOI: 10.1177/1077801298004003002
Navarro-Mantas, L., de Lemus S., García-Sánchez, E., McGill, L., Hansen, N., & Megías, J.L. (2022). Defining Power and Agency in Gender Relations in El Salvador: Consequences for Intimate Partner Violence and Women’s Mental Health. Frontiers in Psychology, 13, 867945. DOI: 10.3389/fpsyg.2022.867945
Navarro-Mantas, L., de Lemus, S., & Megías, J. L. (2021a). Mental health consequences of intimate partner violence against women in El Salvador. Violence Against Women 27, 2927–2944. DOI: 10.1177/1077801220978803
Navarro-Mantas, L., Velásquez, M. J., de Lemus, S., and Megías, J. L. (2021b). Prevalence and sociodemographic predictors of intimate partner violence against women in El Salvador. J. Interpers. Violence 36, N3547–N3573. DOI: 10.1177/0886260518779065
Pratto, F., &and Walker, A. (2004). “The bases of gendered power,” In The Psychology of Gender, 2nd ed, eds A. H. Eagly, A. E. Beall, and R. J. Sternberg (New York: The Guilford Press). https://psycnet.apa.org/record/2004-16374-011
Sen, A. (1985). Well-being, agency and freedom: the Dewey lectures 1984. J. Philos. 82, 169–221. https://www.jstor.org/stable/2026184