El establecimiento de vínculos afectivos entre pares y parejas es parte de los hitos de desarrollo que enfrenta la mayoría de las personas adolescentes y jóvenes. Durante esta etapa de la vida, el establecimiento de las relaciones afectivas está influenciado por muchos factores que tienen que ver con las características individuales, familiares y socioculturales de los y las jóvenes.
Algunos de ellos, están asociados directamente a la predicción de que esas relaciones puedan estar orientadas por patrones de violencia o de equidad. Específicamente, en este blog se abordará uno de ellos, las normas de género.
Las normas de género se entienden como los acuerdos sociales y culturales en torno a lo que se espera del comportamiento y la expresión de identidad de una persona en función de su sexo, es decir, de si es hombre o es mujer. Desde una perspectiva tradicional, pero aún vigente, las normas de género suponen una comprensión binaria del género, es decir, se es hombre o se es mujer y cada una de estas categorías de identidad, tiene asociados atributos y cualidades que son excluyentes entre sí. De este modo, la socialización en roles de género tradicionales, legitima la masculinidad como expresión de poder en la cual se espera que los hombres son los que dominen los espacios públicos, la toma de decisiones, el manejo de los recursos y establezcan relaciones jerárquicas, mientras que se espera que las mujeres sean posicionadas en el ámbito de lo doméstico, como espacio privado, con roles de cuidados, estableciendo relaciones desde la docilidad, sumisión y obediencia. Por lo tanto, continuar con estos roles tradicionales, permite la perpetuidad de la violencia basada en género.
En general, las personas crecen en familias, comunidades y contextos legales y culturales en los cuales las instituciones, tales como los Sistemas de Educación, refuerzan y legitiman esta concepción binaria del género, de manera que los niños y las niñas son socializados para que se comporten y desenvuelvan de manera tal que satisfagan la expectativa social de lo que significa ser hombre o mujer. Por supuesto, que este proceso de socialización es complejo, ya que muchas variables influyen y más allá de la actuación individual o de la pareja, existe una sociedad profundamente patriarcal y sexista cuyas normas, reglas y desigualdades están convertidas en leyes, políticas públicas e instituciones sociales que restringen la posibilidad de que una persona joven se resista o no a la influencia de las normas de género.
Un joven estudiante de 15 años de la Ciudad de México que participó en un curso de EIS ofrecido por la Fundación Mexicana para la Planeación de la Familia, MEXFAM, dirigido a la prevención de la violencia íntima de pareja, expresó después de culminar las 20 horas de formación:
En algunos de los comentarios [compartidos durante las actividades del curso], bueno, una de las cosas que dijo mi compañero de clase se quedó conmigo. Dijo que el hombre tiene que trabajar y la mujer [debe quedarse] en la casa […]. Dijo eso, y me hizo pensar. […] [No estoy de acuerdo] porque, bueno, creo que una mujer no necesita estar siempre en casa … um, como si fuera una prisión […]. Creo que debes dar libertad a ambas personas en una relación “. (Joven, 15 años) |
Como lo refiere la cita anterior, entre las consecuencias de estas normas dañinas de género, se encuentra su influencia en el establecimiento de relaciones de parejas entre jóvenes bien con patrones de violencia o de equidad. Los estudios científicos que intentan conocer cuál es la mejor manera de prevenir la violencia en las relaciones de pareja entre jóvenes, han identificado que la adhesión a los roles de género o lo que es lo mismo, el comportamiento de adhesión a los estereotipos tradicionales de la sociedad respecto a lo que implica ser hombre o ser mujer, es un predictor significativo de patrones de ejercicio de violencia y de victimización en la pareja. En este sentido, se sabe por ejemplo que las actitudes de aceptación de la violencia contra las mujeres son mayores en las personas que tienen mayor grado de adherencia a las normas tradicionales de género. De esto modo, los hombres con alto apego al rol tradicional masculino, suelen justificar el control sobre sus parejas como una forma protegerlas o cuidarlas. De igual manera, las mujeres que reporten cumplir con los esquemas de apego a la feminidad tradicional tenderán a actuar de acuerdo con las normas de género que en este caso suponen sumisión, roles de cuidado, responsabilidad sobre la afectividad de los demás, etc.
Las normas dañinas de género refuerzan lo binario, es decir, conciben la sexualidad y los afectos como dos extremos con desigualdades de poder, excluyentes, donde la diversidad y los matices de identidades de personas, se reducen a la dicotomía masculino y femenino. De este modo, las normas de dañinas de género restringen el derecho a la libre identidad de género, además de promover la heterosexualidad como única manera de construir vínculos erótico-afectivos dejando fuera y sancionando otras expresiones de afecto y sexualidad que no sean entre hombre y mujer. El testimonio de otro joven participante en las sesiones de EIS ofrecido por MEXFAM para la prevención de la violencia íntima de la pareja, comparte experiencia después de haber participado en el curso:
Nos enseñaron que no debemos de cumplir los estereotipos, las etiquetas que te pone la gente, como que si eres hombre te tienen que gustar las mujeres y si eres mujer te tienen que gustar los hombres, entonces pues siento que si da fundamentos para respetar los derechos y así. Porque yo tenía un compañero que antes decía que le daban asco los gays […] porque eran raros o así, y pues ya después del taller como que ya fue como asimilando las cosas y ya no piensa de esa forma entonces. [Me dí cuenta de que después del taller ya no piensa de esta manera] porque ya ahorita convivo con él […]. [Antes] convivía con él pero pues no sabía que era bisexual […], me preguntó que si yo era gay y le dije que no, le dije que era bisexual. Y ya me dijo “ah muy bien me caes bien” […] y ya después cambió su forma de pensar. (Gerardo, 15 años). |
Este joven de 15 años expresa cómo un curso de EIS orientado a la prevención de violencia resultó ser transformador de las normas de género, reduciendo la discriminación por orientación sexual, en tanto las personas naturalizan las relaciones equitativas entre todas y todos, desde la confianza y la empatía, que son promotores de relaciones equitativas, de bienestar, satisfacción y seguridad.
En conclusión, de acuerdo con el respaldo empírico que ofrece el estudio que sustenta este blog, discutir y reflexionar sobre las normas de género es determinante para promover relaciones de pareja equitativas entre las personas adolescentes y jóvenes. La EIS es una estrategia potencialmente efectiva para ello, siempre y cuando sus alcances se promuevan desde un entono de confianza y respeto entre jóvenes y facilitadores del curso, que permite compartir experiencias y opiniones sobre violencia, relaciones y género.
Ayúdanos a prevenir la violencia entre adolescentes y jóvenes a través de la EIS.
Para obtener más información sobre la investigación, comuníquese con Mariana Cruz Marueta a: mcruz@ippfwhr.org / Ivon Silva Marquez a: isilva@mexfam.org.mx
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La información que se ofrece en este blog surge de los hallazgos de una investigación que se realizó con jóvenes de la Ciudad de México acerca de la Educación Integral en Sexualidad como herramienta de prevención de violencia entre adolescentes de 14 a 17 años. Los hallazgos completos del estudio, los puede encontrar aquí. IPPF WEB.
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Written by Susana Medina Salas, IPPF/WHR; Mariana Cruz Murueta, IPPF/WHR; and Ivon Silva Márquez, Mexfam